¿Que papel debería jugar el Estado en la tarea de salvaguardar la producción artística y cultural?
El modelo de estado actual, está cruzado por presiones internacionales, que no tocaban de manera tan plena, al estado del siglo 17 o 18. Los boques de poder que se han creado, no sin la ayuda determinante de gobiernos títeres, ejercen de manera económica, social, política y cultural, una estrategia de nueva colonización, con el fin de asegurar relaciones favorables, esto quiere decir inequitativas, para los pueblos con niveles básicos de participación política. Son este tipo de estados, hipotecados de antemano por gobiernos cómplices, los que tienen el poder para desarrollar políticas culturales. Por eso, no es raro, que todavía se ejecuten programas con consignas tan anacrónicas, como “la participación de nuestra identidad en el concierto de la globalización”, que es ni más ni menos, la misma visión de los conquistadores españoles, que llevaron muestras de especies animales, vegetales y seres humanos, a los reyes de sus territorios. “…Lo que en antaño eran prácticas de conquista o defensa, se transforman además en acciones de sojuzgamiento al interior de los mismos colectivos que comparten el espacio físico y la identidad cultural…” (UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
La misma relación entre los subgrupos que componen una supuesta cultura nacional, hace pensar, que estas, se dan de manera no equitativa, existiendo una parte de esta que reflexiona, que estudia, que incluso, abandona los roles y las raíces, para componer una autoridad cultural, donde hay intelectuales, investigadores y funcionarios gubernamentales que rigen las políticas culturales desde intereses particulares. Es de suma importancia para esta franja poblacional, mantener las manifestaciones culturales, como elementos alejados de las decisiones presupuestales y políticas, mediante la idea de que esas manifestaciones deben ahondar en su hacer artístico, exclusivamente. Para ello, organiza toda una estructura de certámenes, estímulos, concursos, que si bien es cierto, llaman la atención al resto de la población, sobre elementos identitarios, no incluyen en su agenda, la ampliación de su visión cultural, hacia la satisfacción de derechos mínimos. Pareciera, que como al igual que en el deporte, los artistas tuvieran que salir de los más alejados y olvidados rincones de la geografía, para que sea tenida como meritoria su acción. Sin embargo, en los espacios internacionales, en los que por una u otra razón, nuestros artistas se hacen notorios, las entidades gubernamentales, suelen hacer notoria una presencia, que al interior del país, es apenas notoria, dados los escasos recursos con los que cuenta. “.. La búsqueda del máximo beneficio inmediato pone en peligro la producción de las obras más nobles de la humanidad Es la supremacía de un poder comercial que impone sus intereses en contra del arte universal…” (BOURDIEU PIERRE. Sociólogo, profesor del Colegio de Francia. Artìculo “Más ganancias, menos cultura”.)
En este último sentido, la preocupación presupuestal de los gobiernos, no está dirigida hacia lo cultural ni lo artístico, aunque si incluye dentro de su política tributaria, unos gravámenes fuertes para dicho gremio. Es uno solo el criterio frente a las producciones artísticas: Que sean rentables y en esa lógica, emite reglamentaciones que conviertan la actividad en empresa y como empresa, está a la expensa de los grandes grupos económicos. Ese fenómeno es evidente en la televisión, en la que dos grandes empresas, manejan lo concerniente a la música, la actuación, los programas culturales y sobre todo, la opinión, que es finalmente el factor que crea la opinión y con ella, fija los caracteres culturales. Últimamente esta dinámica se ha trasladado al cine, en el que las producciones con capital mixto, hacen que los productos cinematográficos, tengan mensajes claros hacia el consumo de valores, principios, servicios y bienes, de las empresas patrocinadoras. Es claro que no habrá una crítica abierta ni contundente hacia modelos administrativos o gubernamentales, que favorezcan la legitimación de intereses de minorías, sobre las mayorías populares. Fuera de esta llave que es más articulada que oponente, hay empresas pequeñas que marcan una diferencia, pero que por su poca cobertura, no alcanzan a hacer de sus mensajes, insumos para discusiones ciudadanas, que transformen la realidad.
¿Cómo intervienen las fuerzas del mercado en la producción cultural y que efectos tienen sobre ésta?
La deuda externa que consume a la mayoría de las economías dependientes, determina sobretodo una planeación hacia la cancelación de esa deuda, que en su gran mayoría se ha destinado a enriquecer a los gobiernos de turno, que ceden su puesto a sectores identificados con sus intereses. Esta deuda no cesará, hasta que la propia participación ciudadana, identifique en ella un agujero negro, que además de absorber todos los recursos, ejerce una fuerza de desgaste en las demás intensiones de desarrollo. Por este fenómeno, la inversión en una política cultural participativa, diversa e incluyente, se da solamente en las zonas del país, en las que las mayorías determinantes del factor político, son las minorías a nivel del país. Por ejemplo, departamentos como Antioquia, Valle, Cauca, Nariño y algunos departamentos de la costa Atlántica, en los cuales la presencia indígena y afrodescendiente, es mayoritaria, las realizaciones en comunicación visual demuestran apertura hacia la diversidad. Sin embargo, este compromiso – con todo y su carácter de estrategia política – aún no logra llegar a canales del centro del país, en los que se hace clara y cada vez más creciente la presencia de empresas culturales, en radio y televisión, de tipo religioso, que hacen tabla rasa sobre toda condición social, cultural y económica, retrocediendo hacia estadios del reconocimiento cultural, que habían sido superados con la constitución de 1991. “…Estas relaciones de identidad son por consiguiente de suma importancia para la vida social e individual, incluso en el destino de las confrontaciones entre grupos o naciones, donde la identidad y cohesión de los colectivos en contienda termina definiendo el curso de las acciones bélicas, aún en el caso de rivales marcadamente desiguales en armas, dinero y hombres; de allí que la cultura, la identidad y el territorio adquieran cada vez mayor importancia estratégica para los mercados…” (UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
La deuda externa que consume a la mayoría de las economías dependientes, determina sobretodo una planeación hacia la cancelación de esa deuda, que en su gran mayoría se ha destinado a enriquecer a los gobiernos de turno, que ceden su puesto a sectores identificados con sus intereses. Esta deuda no cesará, hasta que la propia participación ciudadana, identifique en ella un agujero negro, que además de absorber todos los recursos, ejerce una fuerza de desgaste en las demás intensiones de desarrollo. Por este fenómeno, la inversión en una política cultural participativa, diversa e incluyente, se da solamente en las zonas del país, en las que las mayorías determinantes del factor político, son las minorías a nivel del país. Por ejemplo, departamentos como Antioquia, Valle, Cauca, Nariño y algunos departamentos de la costa Atlántica, en los cuales la presencia indígena y afrodescendiente, es mayoritaria, las realizaciones en comunicación visual demuestran apertura hacia la diversidad. Sin embargo, este compromiso – con todo y su carácter de estrategia política – aún no logra llegar a canales del centro del país, en los que se hace clara y cada vez más creciente la presencia de empresas culturales, en radio y televisión, de tipo religioso, que hacen tabla rasa sobre toda condición social, cultural y económica, retrocediendo hacia estadios del reconocimiento cultural, que habían sido superados con la constitución de 1991. “…Estas relaciones de identidad son por consiguiente de suma importancia para la vida social e individual, incluso en el destino de las confrontaciones entre grupos o naciones, donde la identidad y cohesión de los colectivos en contienda termina definiendo el curso de las acciones bélicas, aún en el caso de rivales marcadamente desiguales en armas, dinero y hombres; de allí que la cultura, la identidad y el territorio adquieran cada vez mayor importancia estratégica para los mercados…” (UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
El reconocimiento de la existencia de las minorías étnicas y culturales, es el primer paso hacia una política social sana desde el punto de vista de la participación en un gran diálogo nacional. Hacia adelante habría que revisar el papel de entes como la Comisión Nacional de Televisión, las instancias encargadas desde el Ministerio de Cultura, del teatro, de las artes visuales, la música, las expresión corporal, lo artesanal y las letras. Ya que desde ellas, se dan las planeaciones, ejecuciones y evaluaciones de las estrategias culturales. Desde lo privado, lo que realizan festivales como el Iberoamericano, el festival de cine de Cartagena, el “hay Festival”, el festival de música de Cartagena, que están diseñados para atraer a un público de determinada clase social e incluso a extranjeros. La forma como estos espacios, no solo incluyen en sus programaciones, manifestaciones populares, sino como esta participación está determinando un cambio sustancial en las relaciones ciudadanas y con ello, un mejoramiento de las condiciones mismas de estas, mediante una relación, no solo coyuntural mientras duran los eventos, sino a lo largo del período que transcurre entre cada uno de estos. Si bien es cierto, este tipo de organizaciones, hacen rentable para el gobierno, para el comercio local y para ellas mismas, la celebración de estos festivales, la marginación que sufre la ciudadanía es evidente. En los eventos celebrados en Cartagena, grandes sectores de la ciudad, sobretodo en la parte amurallada, quedan vedados para el resto de la población, que viviendo en el cinturón de miseria, necesitan ir a trabajar a las zonas turísticas, lo que se convierte en una doble desgracia. A la imposibilidad de poder disfrutar y nutrirse de los espectáculos y sus mensajes, se une la dificultad de desplazamiento, en medio de una ciudad acordonada, cerrada y solo al servicio de los usuarios del bien cultural. Por otro lado, esta marginación, oprobiosa por demás, no se ven en nada recompensados, por las ganancias del comercio local, ya que desde años anteriores a estos, las condiciones de miseria de estas comunidades, van en un crecimiento sostenido.
Así las cosas, el esfuerzo del artista regional, se ve opacado por el reconocimiento de una versión de lo cultural, ligado al turismo internacional y no a las manifestaciones raizales, habiendo una clara diferencia, marcada por la presión de una globalización, que promete al turista, como una gran ventaja, encontrar los mismos cánones y protocolos culturales y sociales, en todas las partes a las que vaya… Algo así como unas “condiciones de civilización”, que le aseguren sus supervivencia, sobre todo después del episodio de las torres gemelas, que disparó una fobia hacia todos los valores regionales del llamado tercer mundo.
Si esta política se variara y el trabajo del artesano, el fabricante de instrumentos, el alfarero, el ceramista, el orfebre, el músico regional y en general el de todos los artistas y trabajadores de la cultura, se pagarían derechos de autor, por todas sus obras, lo que en parte mitigaría sus precarias condiciones, sin embargo, ni las organizaciones de estos eventos, ni el gobierno local, ni las autoridades centrales, están dispuestas a alejar a los inversionistas foráneos, dándole el mismo valor a los artistas locales. “…el pintor del Quattrocento -se sabe por la lectura de los contratos- debía luchar contra quienes le encargaban obras para que éstas dejaran de ser tratadas como un simple producto, valuado según la superficie pintada y al precio de los colores empleados; debió luchar para obtener el derecho a la firma, es decir el derecho a ser tratado como autor, y también por eso que, desde fecha bastante reciente, se llaman derechos de autor…” (BOURDIEU PIERRE. Sociólogo, profesor del Colegio de Francia. Artìculo “Más ganancias, menos cultura”.)
Por eso, resulta de singular importancia, el papel de las organizaciones estatales y particulares, de índole regional, que preparan, celebran y retoman eventos como el festival “Mono Nuñez”, en Ginebra Valle. El “Festival de la Tambora” de ovejas Sucre, el “Festival de blancos y negros” de Pasto, el “Festival del joropo en Villavicencio”, el festival de “Teatro de Manizales”, los festivales del retorno, en casi todos los grandes municipios del país… Entre muchos otros, que logran mostrar las esencia cultural de las comunidades, en su más puro estado.
¿Qué podría considerarse como "buena cultura" y bajo qué parámetros se podría juzgar la producción cultural?
Este factor, se determina, desde diferentes espacios. Yendo desde la base social, se podría decir que cada persona, es un forjador de cultura y en esta perspectiva, debe hacerse partícipe en una construcción de la diversidad, casi que con una mirada de investigador… Ir donde el otro a mirar el por qué de su manifestación cultural, despojándonos de la herencia española, que arrasó el pensamiento y proceder indígena, en la primera manifestación de condena hacia un pueblo, sobre suelo latinoamericano. Estamos más influidos, por ver en la otra persona una antagonista de nuestros gustos, los que deben ser impuestos por razón o fuerza, sobre los otros y otras. Seguido están las organizaciones barriales o municipales, de trabajo cultural, las que pueden encargarse, de trabajar de la mano con facultades de antropología, historia y artes, para identificar y caracterizar, mediante procesos académicos y de investigación, las raíces de la identidad cultural, que de ninguna forma tendrían que ser coloniales o pre colombinas… Si no fruto de la constante reacomodación e intercambio entre factores artísticos y culturales.
El papel de la escuela inicial y primaria, es fundamental, en tanto se le dé más importancia a aspectos como el pensamiento diverso, que al aprender inglés o a la lectura y escritura como actos presionados y no como resultado de un proceso consciente. Con este solo impulso inicial, los niveles secundarios y de educación superior, aportarán elementos teóricos y prácticos que reforzarán un criterio amplio, del acto cultural. Las políticas de los gobiernos locales y de las ciudades, deben recabar sobre las identidades, que les hacen reconocibles, al igual que hacer parte de un sistema nacional de cultura, que se preocupe más por la inclusión de todo tipo de manifestación, en cambio de colocar obstáculos de forma, que justifiquen su acción burocrática.
Finalmente, las políticas culturales, deben hacer incluyente el parecer de las comunidades, deslindando su acción de los grupos económicos, lo que les convertiría en agentes de cambio social, en vez de administradores de un presupuesto al servicio del sector privado. “…Hasta hace no mucho tiempo América Latina comprendía un número importante de culturas, homogéneas a su interior, escasamente comunicadas entre sí y desarticuladas de los proyectos nacionales; con la concentración de población en los grandes centros urbanos, sobreviene una trama social de carácter heterogéneo, donde cada núcleo cultural queda expuesto a otras expresiones que sirven de contraste y alteridad…” (UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
Resulta de vital importancia, el papel de las asociaciones de compositores y derechos de autor, ya que ellas dignificarían la acción de los compositores, escritores, artistas en general. Casos tan lamentables ya la vez tan emblemáticos como el del maestro Crecencio Salcedo, quien murió enfermo, vendiendo flautas de caña, deambulando por las calles de Medellín, después de haber compuesto piezas como “Mi cafetal”. O los casos recientes de Etelvina Maldonado y Paulino Salgado “Batata”, ambos representantes del canto de los negros del caribe, explotados hasta el extremo por los empresarios, quienes sin las mínimas condiciones salariales, emprendían correrías dentro y fuera del país, dándoles como contentillo, la oportunidad de viajar, mientras que ellos y sus representantes, cobraban millonadas, presentándolos como artistas de la “World music”, en los veranos de Europa. “…se puede pensar que una política de inversión económica en los productores y los productos llamados de calidad, al menos en el corto plazo, podría ser rentable, incluso económicamente (siempre que se cuente con los servicios de un sistema educativo eficaz).De este modo, la elección no es entre la mundialización -es decir la sumisión a las leyes del comercio y, por lo tanto, al reino de lo comercial, que siempre es lo contrario de lo que se entiende universalmente por cultura- y la defensa de las culturas nacionales o de tal o cual forma de nacionalismo o localismo cultural…” (BOURDIEU PIERRE. Sociólogo, profesor del Colegio de Francia. Artìculo “Más ganancias, menos cultura”.)
Para una “Buena cultura”, es necesario dejar de lado el oportunismo tanto gubernamental, como de la empresa privada, quienes convierten proyectos nacidos de las dinámicas de las comunidades, en “exotismos”, mostrados como movimientos independientes del gran mercado de Miami, sin embargo son otro Miami en proporción más pequeña, con sus mismas dinámicas de tributación a quienes manejan los medios y los contactos, que vuelven estrella a cualquier persona, mediante un impresionante aparato propagandístico, que en su gran mayoría prefabrica lo que en realidad es el artista. Se sigue por otro lado, entendiendo el reconocimiento artístico, como resultado no de una acción comunitaria, identificada con una cultura o comunidad específica, sino en la idealización de un ser, sin identidad, bastardo culturalmente, dispuesto a hacer todas las transformaciones, que los estudios de mercado indiquen para alcanzar los rating y las ventas de sus productos… Casos como el grupo centroamericano “calle 13” o el colombiano “Chocquibtown”, además de todo el movimiento independiente latinoamericano, comienzan a abrirse espacio entre la mercancía humana, que poco a poco y por presión de los movimientos sociales, tiene menos espacio en el gusto diverso de los pueblos. “…Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura…” José Martí. ((UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
Orlando Martínez Triana.
311 483 83 35
negromartri@gmail.com
Junio 2 de 2011.
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