lunes, 11 de julio de 2011

LAS CONDICIONES DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA EN BOGOTÁ.

Vivo en Bogotá desde hace casi cincuenta años y podría decir que con el paso de los años, me he encontrado con varias acepciones  de participación política. Estas someramente descritas de forma cronológica, me van a servir para describir los elementos que tipifican algunas formas de participación política, aún vigentes en el discurrir de las comunidades. 

LAS GENTES DE LA ACCIÓN COMUNAL.
En el barrio donde crecí, hubo una señora que se enorgullecía de haber servido la copa de champaña a un alcalde que fue a inaugurar una obra en el parque. Este barrio era en aquel entonces el límite urbano hacia el occidente de la ciudad, hoy es casi el centro, ya que el centro de antes, quedó atrapado entre los cerros orientales y la zona industrial, éramos familias de procedencias diferentes, solo nos unía la “fortuna” de no tener paredes de concreto ni ladrillo, (Digo fortuna, porque una vez que ya hubo paredes, nos  alejamos…) éramos comunidad, alrededor de la inexistencia del acueducto, de la electricidad, de alcantarillado… Esto hizo necesario recurrir a la ACCIÓN COMUNAL, una idea del frente nacional, que perseguía el que los representantes elegidos por los votantes, trabajaran con ellos para el alcance de sus expectativas. Dicha idea, funcionaba exclusivamente en la teoría, porque los partidos tradicionales las convirtieron en fortín electoral, amputándole al aporte ciudadano, todo rastro de disidencia y deliberación, necesarias para el diálogo social.  La acción comunal reproducía el no muy lejano fantasma de la violencia de los años cuarenta… En una esquina de la escuela, el día de elecciones, se paraba el bando de los liberales, y a pesar de que la escena trascurría en los años setentas, el vestuario oscuro, de sombreros gardelianos y corbatas rojas o azules, Gaitán o la virgen del Carmen, en la solapa, asemejaba los tiempos del “Bogotazo”. Los liberales, encabezados por un señor, dueño de un almacén, que además le servía de oficina de asesoría tributaria y seudo – jurídica… En la otra esquina, los militares retirados, que sea por coincidencia o por cosas innegables de aquellos años de guerra entre cachiporros y chulavitas, poseían las misceláneas más grandes, a donde iban a comprar los cuadernos, abarrotes, vestuario y demás, las familias de todo el barrio. Los unos y los otros se turnaban, en una especie de “frente barrial”, para dirigir la acción comunal y cada vez que se pavimentaba una cuadra o se hacía la acometida de un acueducto, argumentaban que esa acción era fruto de uno u otro directorio político. En el año que vino el papa Pablo VI, aseguraron que la pavimentación de la avenida cercana al barrio, que lleva el nombre del jerarca, había sido obra de su gestión.


De esta manera, puedo describir las características de este tipo de participación política:
  1. Una concepción de lo político como un encargo a unos representantes, elegidos de cuando en cuando, pero que no encarnaban las necesidades de su comunidad.
  2. Una Acción Comunal, como el primer escaño de una larga escalera de intereses políticos que se entretejían de forma más complicada, en tanto estuvieran más cerca de los cargos de ordenamiento de recursos.  
  3. Una comunidad que por sus características de atomización, originado por las violencias del espacio rural y los bajos índices de educación,  confiaba el mejoramiento de sus condiciones, a la buena voluntad de estos representantes…
  4. Una legitimación de esta única forma de participar políticamente, gracias a los medios de comunicación (La prensa y la radio) por aquel entonces.
  5. Un modelo que finalmente no pudo sostener los privilegios de los politiqueros, porque la planeación de toda la ciudad, pensada más en el servicio del comercio y la industria, terminó por derrumbar su parodia de “eficacia política”, pasando por encima de sus feudos llenos de representaciones de sus pasados políticos.


EL COMPAÑERO DE LA BICICLETA Y LOS EXTRAÑOS PERIÓDICOS

Siendo ya joven y con la conformación de un grupo juvenil, inquieto por los movimientos humanistas, iniciamos lecturas de autores como Benedetti, Alfredo Molano, Leonardo Boff, José Martí, Juan Rulfo, entre otros y presenciábamos, cómo este espacio bipartidista era cada vez más frágil, con evidencias como el paro de 1976, la disminución paulatina pero sostenida de un electorado cada vez menos fiel a los modelos tradicionales y  la incorporación de nuevos argumentos sobre ciudadanía, con la llegada de la televisión. De esta forma, entraba un nuevo tipo de actor al espacio partidista. Este momento lo identifico con el paso de un hombre de unos sesenta años, que montado en una bicicleta nos ofrecía “Voz Proletaria”, el periódico del Partido Comunista, toda una tentación a la curiosidad, debido a los comentarios familiares, en los que se nos infundía el temor al pecado por apostasía, por ateísmo o por masonería…, una advertencia, que sin tener una claridad sobre cada uno, los revolvía como uno solo, en la bolsa de la prevención de un hogar cristiano…

“El compañero”, le decíamos y su carácter popular encajaba extraño, con sus explicaciones, llenas de argumentos históricos, filosóficos y políticos. Adicional a esto, el trabajo de la JUCO y el MOIR, había llegado a los colegios. A un compañero mío, alguna vez, le rompió la cabeza un agente del DAS, que lo encontró pegando avisos… Había entonces una manera diferente a la romería que se les hacía a los señores de la ACCIÓN COMUNAL, para transformar la suerte de todos o de algunos, que ya era en sí, un acto político más digno. El grupo de estudio, se acercó entonces a temas socio - económicos, por medio de Marx, Hegel, Platón, Kant, Altusser, Ingenieros, Los poetas nadaistas… Entre otros… estábamos comenzando la universidad y se había llegado a la opción de construir mediante una acción y una ideología, un cambio desde una estructura partidista, para afectar la mega estructura, causa de todo tipo de explotación y marginación de clase. Algunos de los jóvenes accedieron a entrar a las filas de movimientos políticos de izquierda, otros nos quedamos en una especie de resistencia mezclada con descreencia por las estructuras de poder, vinieran de donde vinieran, una especie de Hippismo – anárquico, que se proyectaba por medio de la música, la escritura y las piezas gráficas, en el barrio y en la universidad…

El tiempo transcurrió y la experiencia nos enseñó la gran distancia que hay entre las comunidades y la teoría, no solo de las ciencias políticas desde la izquierda, sino también desde la derecha. Eso que al principio era una alternativa, resultaba ajeno, lejano y de poco interés para la mayoría de la comunidad, lo que se puede comprobar en el oficio actual de los militantes de aquella época… (Prefiero no entrar en detalles…) Porque se necesitaba una gran base teórica de tipo histórico y filosófico, para interpretar los postulados. Eran otros los valores de la cultura popular, casi que podríamos decir que había no solo una aceptación, sino un aprecio como valor íntimo, por fenómenos como el clientelismo, el engaño, la suplantación de la voluntad popular, el tráfico de influencias y sobre todo, la creencia ciega en la eliminación física o política del que piensa diferente, como manera de desarrollo… Casos como el de una compañera, que resultó amante de un alto sindicalista de una multinacional, cercana al barrio, nos mostró un tipo de izquierda igualmente jerarquizado y explotador, en esa supuesta opción de “lucha” del personaje, inconsciente, que repetía y repetía como los enajenados por la religión, su libro “sagrado” sin darse cuenta que vivía rodeado de lujos, que casi lo igualaban a los patronos, contra los que supuestamente “resistía”, a nombre de sus compañeros trabajadores…

Sin querer generalizar un concepto, ni hacer aplicable esta experiencia, a todos los procesos desde los partidos y movimientos de izquierda,  puedo deducir que:

-          La experiencia resultó inviable, por necesitar un profundo conocimiento de tipo histórico y filosófico, que desafortunadamente no poseía la comunidad.
-          En este caso particular, la otra manera de participar políticamente, se convirtió en una oposición complaciente,  entendida como el partido perdedor que se sienta a observar cómplice, cómo el rival acaba con los recursos, armando apenas escándalo, cada vez que esto sucedía.
-          La experiencia no aplicó un entendimiento de las estructuras de poder, con una mirada objetiva y científica acerca del tipo de relaciones comerciales, que determinan en gran medida el carácter social, cultural y político de los pueblos.
-          Encuentro debilidades, en las prácticas mismas: Por un lado el mesianismo de sus líderes, incontrovertibles, no por su argumentación, sino como en las más rancias experiencias de derecha, por ser amiguito de… por ser el hijo de… por ser recomendado del camarada…
-          Otro aspecto es la marcada estratificación de los y las participantes, imponiendo a una gran base de militantes, tareas que ameritan el apodo de “cargaladrillos”, situación que solo se supera a partir de pruebas de simpatía con la cúpula del poder…
-          Un gran inconveniente es el pensamiento grupal de infalibilidad, que conduce a lo que Estanislao Zuleta describe magistralmente en su “Elogio a la dificultad”. Lo indudable, impuesto a la doctrina del partido o movimiento,  respaldada por una literatura irreflexiva, termina por convertirse en dogma, igualando al supuesto movimiento en las propias estructuras de poder, contra las que pretende eliminar.
-          Sumado a lo anterior, la distancia entre el movimiento y la sociedad está determinado por un tipo de purismo, que como en las iglesias y sectas, condena el juego, la diversión, la diversidad en las manifestaciones culturales y los pensamientos divergentes.
-          Por esta razón –por lo menos en esta experiencia personal temprana- la participación política desde sectores de la izquierda resultaba en extremo marginal, ignorada por conocimiento de causa sobre la repetición de las costumbres, que se daban en los partidos tradicionales, e imposibilitada para hacer una adaptación, desde la doctrina ortodoxa,  interpretando y reconociendo como válidos los anhelos de la gran mayoría de la comunidad. 

LAS MUJERES DEL PUEBLO MACHISTA
Egresado ya como Diseñador Gráfico y con cierta experiencia en trabajo popular y comunitario fuera de Bogotá, fui adoptado por un movimiento de Mujeres del sector popular, que admirablemente habían ideado una de las modalidades más exitosas, como propuesta ciudadana para la atención de niños y niñas, LOS JARDINES COMUNITARIOS. Aún hoy, siguen siendo un referente muy válido, para el profundo estudio y evidencia, de cómo hacia los años setentas y ochentas, los primeros asentamientos no formales, compuestos por familias campesinas provenientes de todas las regiones del país, llegaron a Bogotá, a ocupar los cerros del norte y el centro oriente, al igual que las zonas de Bosa y Suba. (El proceso de Ciudad Bolívar es posterior.) Su fuerza inicial, se conjugó con la de los movimientos populares y partidos no tradicionales, también con la de una academia desde las universidades, con sentido pragmático de las ciencias humanas, en relación con modelos como la Investigación – Acción - Participación, propuesta desde la facultad de sociología de la U Nacional, por personajes como Orlando Fals Borda, Camilo Torres Restrepo, entre otros.

El primer impulso, llenó las expectativas tanto de las mujeres, porque se podría decir que su esfuerzo era artífice de un cambio sustancial, no solo en la solución de un problema real, como lo era el cuidado y educación de sus hijos,  al verse obligada a incorporarse a la fuerza de trabajo en fábricas y talleres. Sino porque podrían decidir sobre los mensajes para la socialización de sus hijas e hijos, que hasta el momento manejaba el gobierno de manera excluyente, machista y desconocedora de de los valores populares. Ni más ni menos, habían  redireccionado hacia intereses como su cultura, su diversidad, su sentido de género, el pensamiento popular; el mensaje de la educación, que antes siempre favoreció el pensamiento dominante. Habían introducido prácticas y valores nacidos de la tradición oral y de sus vivencias en las zonas rurales, con un gran acompañamiento de la cooperación internacional europea, que vio en el trabajo de las compañeras, un elemento transformador en esta sociedad tradicional y agresivamente contraria a cualquier inclusión de derechos. Adicionalmente, habían desatado una movilización social y política, haciendo uso del derecho a la protesta ciudadana, siendo famosas las tomas consecutivas de las oficinas del bienestar social del distrito de aquel entonces y una en especial significativa, en la que al día siguiente, los periódicos registraban fotrografías de las educadoras comunitarias, lavadas por los chorros de los carros antimotines, mientras a escasos metros, pasaba por la calle 26, el desfile de una recién elegida reina de belleza . Las mujeres pusieron en primer plano de la mirada del país, la problemática de género y de derechos de la infancia.  Esto impactó de manera positiva en las líderes del movimiento, que no solo vieron un reconocimiento por parte de las comunidades, sino una dignificación importante de su modo de vida, llegando en algunos casos al acceso a una holgura económica, que finalmente se convirtió en uno de los  factores que impidieron el recambio generacional del movimiento.  

Las profesionales que desde las universidades, influían de cierta manera en la consecución de recursos de la cooperación internacional, también reconocieron en esa alianza una satisfacción de sus necesidades, que por ser menos populares, requerían de mayores recursos económicos. Así fue naturalizándose un mecanismo de progreso mutuo que solo beneficiaba a las líderes de cada Jardín Comunitario y a las gestoras profesionales de las universidades o representantes de las agencias de cooperación en el país, lo que a la postre desanimó el que nuevas mujeres se jugarán en la conquista de mejores condiciones. Esto finalmente significó el retiro paulatino de los recursos venidos del extranjero.

De esta experiencia puedo reconocer características que determinaron dinámicas del proceso como:

  • No existe duda acerca de que en la historia de los movimientos sociales y populares, no solo de Bogotá, sino de Colombia, el movimiento de Educadoras Comunitarias y Casas vecinales, es una pista invaluable para entender la construcción de una sociedad equitativa, democrática y deliberante, sin el permiso ni la aquiescencia, de un estado ajeno a las necesidades del pueblo.
  • El error político, consistió en que el direccionamiento del movimiento, se conservó en unas pocas líderes, mientras que al resto de mujeres, que eran casi el 90%, se les siguió exigiendo el sostenimiento silencioso del mismo, bajo la idea de tributar de manera casi gratuita a un proceso en el cual, ciertamente, las primeras mujeres habían hecho grandes aportes, pero que las segundas desconocían, llegando pronto a odiar, debido a la forma casi dogmática como se les presentaba.
  • Adicionalmente, algunas asesorías terminaron por ceder el gran valor antropológico de la cultura popular, por modelos pedagógicos que necesitaban legitimarse en las poblaciones populares, pero que eran ajenos a ellas mismas, por ser dictados desde ambientes académicos con intereses más foráneas que nacionales.
  • El movimiento distrital de jardines comunitarios y casas vecinales, cedió ante la presión del propio gobierno distrital, en temas tan álgidos como los derechos de género, la defensa de la cultura, los métodos tradicionales en educación, oralidad, salud, religión…
  • Las compañeras líderes, adoptaron léxicos sofisticados, se encaminaron más a ingresar en los círculos intelectuales de feminismos académicos, adoptando nuevas perspectivas, que sin ser contrarias a su intensión inicial, terminaron convirtiéndolas en replicadoras de discursos ajenos, lo que las alejó aún más de las dinámicas de sus propias comunidades.
  • Con el paso del tiempo, se debilitaron las propuestas comunitarias y políticas, pasando exclusivamente al plano de la reivindicación eminentemente monetaria, lo que fue manejado por el gobierno distrital de forma hábil, para extinguir los últimos alientos de un pensamiento autónomo, una postura de clase y una identidad históricamente femenina y popular.

D.G. ORLANDO MARTÍNEZ TRIANA.
MAYO DE 2011.

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