lunes, 11 de julio de 2011

¿UNA BUENA CULTURA, ES LA QUE SE CONTRADICE?

Para la realización de este ensayo, escogeré la pregunta ¿Qué podría considerarse como "buena cultura" y bajo qué parámetros se podría juzgar la producción cultural? Comenzaría por plantear que una mirada en blanco y negro, es lo que menos favorece a la consolidación de una sociedad. La calificación maniquea de lo enteramente bueno y malo, dejaría por fuera lo mejor que tienen las sociedades humanas: La contradicción.


La nuestra es una sociedad tan incomprensible como lo es cada ser humano, somos frutos de una historia del despojo, desde la misma llegada de los europeos, sin embargo acometemos el amor y la solidaridad; la música y la literatura; el humor y la fiesta, como muy pocos pueblos en el mundo. El humanismo del 90% de todos y todas las colombianas “de a pie”, está brutalmente adherido al desastre del desangre, a la enfermedad producida por ese 10% restante de colombianos, con bajísimos niveles de autoestima, adictos a lo única droga que mitiga temporalmente su mal: El poder económico y político. No hemos aplicado  -tal vez- las dosis correctas de inteligencia emocional, de responsabilidad ambiental, de socio – humanismo y lúdica que nos desliguen de ese lastre que ha desangrado nuestra sociedad y amenaza con tomarla por completo. Esa demencia, involucra a veces, la propia conciencia de la población “sana”, que goza y proyecta su vida, por medio del respeto, la honradez, la verdad y la promoción de los derechos humanos. 

La contradicción hace posible, que haya una adaptación de una vieja frase que acuñó un conocido programa de humor: “Lleva una escuelita en tu corazón”, pero que en el caso del ansia social por la ganancia inmediata y de dinero fácil, se podría reeditar diciendo que muchos “llevamos un traqueto en el corazón”, un símbolo que nos han sembrado los medios que manejan los propios enfermos, para legitimar como valor, su proceder intolerante, prejuicioso, mafioso, ignorante e inspirado en justificaciones como “la defensa de las buenas costumbres, de la tradición y la costumbre…” Nos creímos el cuento de que por naturaleza, somos  malos, insuperables en la trampa, confundiendo la “malicia indígena”, que hizo posible la invención de un país maravilloso, lleno de oro, que llamaron “el dorado”, como manera de hacer errar a los conquistadores por todo el continente, haciendo menos terrible el genocidio indígena. Esa malicia, está injustamente asociada a la amenaza por medio del crimen y la tortura, al tráfico de influencias, al peculado y en general, al desmedro de los recursos naturales y económicos del país. Sin embargo lo indígena se sobrepone, a la incorporación definitiva del país al mercado globalizado, que algunos reclaman como “obligatorio”. “…Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura…” José Martí. ((UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)

El trabajo de las comunidades indígenas y las entidades asociadas a su ideal, ha reformulado el concepto de desarrollo, inútilmente borrado de nuestra memoria por la evangelización, la cultura occidental, euro – centrista y posteriormente por la colonización norteamericana, trataron de edificar el rascacielos de su arrasamiento y lucro de todo lo existe, sobre nuestra Maloka ideal de afinidad a la tierra, como sistema vital. Pero las bases de esta, reverdecen y estrangulan cualquier hormigón reforzado. “…Para despojar a los indios de su libertad, y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad, se les prohíbe danzar y cantar y soñar a sus dioses…” (Ricardo Alfredo Rubio. Perspectivas Culturales. UNAD (2007). Bogotá. Colombia.

En contradicción a esta conciencia preclara, está la vergüenza que los mensajes publicitarios han causado sobre nuestro ser latino y amerindio, la pena de no ser como los modelos arios o vestir como ellos, para ser aceptados en sus templos de la explotación. Las revistas especializadas en trivialidades, anuncian como el presidente peor vestido a Evo Morales de Bolivia, pero si el ser representante electo de un pueblo, no entraña, además de ser un ciudadano de ese pueblo, luchar por sus anhelos y personalizar su manera de ser, entonces ¿Qué es ser presidente? El caso no es ajeno a todo el ámbito latinoamericano, en cada país de la zona, en mayor o menor proporción, los pueblos indígenas representan la única esperanza, para evolucionar hacia estadios de la inteligencia humana, que superan la delictiva metodología de calificar de “terrorista” al pueblo, conglomerado humano o persona, que se desea invalidar, para sobrevivir de sus recursos o neutralizar su pensamiento disidente. La civilización del postmodernismo y la globalización, no es más que un mal remedo del robo instrumentalizado desde el liberalismo económico del siglo 19, sobre sus colonias de entonces. “…a juicio del autor, hace de la comunicación incrementada, un mecanismo de exclusión, en tanto que irrumpe por las pantallas de televisión, las revistas y el internet, cen una alteridad en donde todo está perdido…” (Ricardo Alfredo Rubio. Perspectivas Culturales. UNAD (2007). Bogotá. Colombia. Como estas no se han liberado y en algunos casos han cambiado de dueño, los herederos del hurto, plantean un “repaso” para acabarse de llevar, lo que sus antecesores no pudieron.

La calidad, es otra de las contradicciones nuestras. Cada mañana, la gente en las ciudades colma los buses y las calles se llenan de motos y carros, que mueven una economía, el valor de lo laboral llega a extremos como acostumbrarse a trabajar, en condiciones de explotación, de acoso laboral, sexual, económico y de todo tipo. Sin embargo, los modelos de productividad implantados, insisten en que nos falta “calidad” y esta, la asocian a una serie de factores, donde la gran dadora, la gran contribuyente y a la vez la gran perdedora, es la clase obrera. Para ejemplificar dicha calidad, se menciona el caso de la empresa China, que según la versión del explotador criollo, paga menos que un salario mínimo y que además, este estipendio, es recibido con “agrado, porque el obrero chino sí quiere su patria…” Lo que no se menciona, es que la empresa china, se hace cargo de la educación, alimentación, salud, vivienda y recreación de toda la familia y del desarrollo del pueblo o localidad en la que tiene sus instalaciones. Las normas de calidad, no son más que talanqueras que se abren solo para las empresas que han logrado unos niveles altos en su tarea de endosar al trabajador, los costos de producción y a los compradores, los de mercadeo. Como contraprestación, se le abren a esos empleadores o grupos económicos, oportunidades de comercio con otras empresas similares en el mundo, mundializando los “procesos de calidad”, identificados, con el famoso sellito de calidad… a expensas de la base social. “…cada costumbre, cada idea, objeto o creencia cumple una función vital  y representa una parte de la totalidad orgánica…” (Malinowski, citado por Ricardo Alfredo Rubio. Perspectivas Culturales. UNAD (2007). Bogotá. Colombia.   El mismo papel, cumple la marca país y las membresías a asociaciones internacionales de bancos, seguros, ligas de comercio… entre otras…
Este concepto se proyecta a la “calidad de vida”, entendiéndose como el uso privado de los recursos y disfrutes que podrían ser comunales, como de hecho lo son en las cajas de compensación. Tras este extraño concepto, especialmente en las zonas urbanas, se corre tras una serie de conquistas, que no hacen más que aumentar la desesperación y neurosis colectiva, que hoy sitúa a las ciudades colombianas, como los sitios donde se dan más asesinatos por fenómenos como la inseguridad y las riñas callejeras. Así, la calidad de vida, termina por identificarse muy lejos de estos ambientes prefabricados por una tradición industrial y comercial colombiana, que se justifica en presiones externas y condiciones provocadas por su propio sentido inequitativo de la producción.

La última contradicción cultural, de este escrito, tiene que ver con el pensamiento independiente, creativo y autónomo, el que se promulga como condición de avance en todos los niveles, sin embargo el sistema educativo está basado en un conductismo a ultranza, que con el tema de las “competencias”, se alinea a las exigencias de entidades crediticias internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, imponiendo de manera sutil pero efectiva, las condiciones para mantenerse en el poder, mediante la generación de mano de obra barata, mal remunerada y profundamente agradecida. Para esta finalidad, es necesario una educación discriminada, para dos grupos concretos: Una cúpula del control económico y político, que en suma debe tener acceso a una educación integral, con elementos de ciencia exacta, ciencia humana, arte, criterios amplios, elementos de juicio, conocimiento histórico, argumentación, pensamiento diverso - crítico y expresión multimodal.) Y otra para la gran base de la producción, el pueblo, con tecnologías para la producción específica, con algunos elementos de ciencia exacta y pensamiento superfluo, consumista y conforme. “…se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor, para que se revele y prevalezca sobre lo peor…” Martí José. “Nuestra América” citado por Ricardo Alfredo Rubio. Perspectivas Culturales. UNAD (2007). Bogotá. Colombia.,  Así, la gran contradicción se da en que hemos tenido uno de los listados más nutridos de libre pensadores, anarquistas ortodoxos y seres que resisten la implantación de un estado que desconozca o viole los derechos, sin embargo, nos entregamos al facilismo de las iglesias y sectas, a la respuesta fácil del guía que infalible, nos aleja de la construcción propia de una mejor sociedad. Nos contentamos con las versiones manidas que han oído por años nuestras generaciones anteriores. Somos inteligentes, en tanto estemos enterados del último certamen del glamour y del “jet set”, del negocio más jugoso entre multinacionales o de la exclusividad o de las modas en lo consumible… Pero somos incapaces de romper la apariencia, por lo que nos toca sufrir la dictadura de la inconciencia, que no puede dar razón acerca de las desgracias, ya cuando estas se han revelado ente nuestros ojos, como monstruosidades del desplazamiento forzado, del despojo de la tierra, de la muerte selectiva de compatriotas indefensos…

Así, la respuesta acerca de una lo que consideraría una buena cultura y el juicio sobre su producción cultural, diría que nunca podríamos llegar a ser una buena o mala cultura, sino una cultura contradictoria, como contradictorio es el espíritu humano.  Sin embargo, si podría numerar algunas características que podrían menguar el efecto que sobre la vida y la condición de dignidad humana, tendría dicha contradicción. La conciencia de ella, es lo primero. Ser conscientes colectivamente del no control sobre todas las cosas que quisiéramos que ocurrieran, ya que debido a esto, los mandos militares han tratado de imponer la paz a partir de la eliminación del pensamiento diverso, tras el logro de un silencio, que se les ha de parecer mucho a la paz de los sepulcros… Lo segundo, saber manejar la contradicción, como insumo de acuerdos, en los que no se espera obtener la satisfacción completa, ni la derrota al 100%, “del otro”, sino la identificación de los encuentros comunes. Al reconocernos como seres contradictorios, ejercitar la positivización de lo que conduzca al menor daño posible para todos y todas. Temas básicos como el respeto a la vida, el derecho a disentir, a escoger el sentido y modo de vivir, deben ser pactados sobre un amplio espacio de acuerdo social. Así los productos culturales, aunque no “puros”, sino tocados, por esa contradicción cultural, van a ser más legítimos que el forzar hacia soluciones definitivas y mucho menos, duraderas.
Al entender la contradicción, como término medio en el carácter cultural de una sociedad, agregamos a la vez, un factor de distensión que deberá ser siempre supervisado y analizado.

BIBILOGRAFÍA 
José Martí. ((UNAD, Especialización Educación Cultura y Política. Asignatura Perspectivas Culturales. Módulo del curso.)
Ricardo Alfredo Rubio. Perspectivas Culturales. UNAD (2007). Bogotá.
Colombia

PIERRE BOURDIEU.  Más ganancias, menos cultura. Fuente: Diario El Clarín. Buenos Aires. Argentina. Noviembre 24 de 1999. Disponible en: http://edant.clarin.com/diario/1999/11/24/i-02101d.html

Orlando Martínez Triana
Mayo de 2011

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